Niebla. Lluvia.
A veces, un sol tibio y pálido.
La espesa niebla
cubre las montanas redondas, se pega a las llanuras verdes y envuelve a las
grandes ciudades de altas chimeneas y a las aldeas rodeadas de prados.
Vaneirin fue en
otro tiempo país de dulce vida campesina, de anchas selvas donde el espeso
ramaje de los robles cobijó a los valerosos aventureros que recuerda la leyenda,
de praderas que presenciaron los torneos caballerescos.
Tierras de
anchos horizontes marinos a los que se lanzaron intrépidos navegantes, en naves
que empujó el viento y el afán de aventura y de conquista.
Todavía el
pueblo vanerio rinde culto a las tradiciones y a la vida serena y sencilla. Muchos de los antiguos pueblos campesinos se han tornado grandes
ciudades industriales, todo el país es un trajinar de hombres trabajadores,
fuertes, emprendedores y enérgicos, que han hecho de la nación vaneria una de
las más ricas y poderosas.
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