Asoma por debajo
de la nieve polar la tierra de los ragnason.
Manchada de
líquenes y musgos blancos en la gran soledad nevada donde se
ocultan los gigantes de hielo, acechan los trolls y huyen los rebaños de elks a
la luz pálida del rojo sol de media noche.
Se eleva la
tierra, se levanta en cadena de cumbres que siguen hacia el sur en busca de luz
clara y mar templado, dejando atrás la bruma. Desde las altas cimas heladas se precipitan
los torrentes hasta la costa, recortada, tajada en grandes hendeduras, en
angostos y profundos fiordos de aguas tumultuosas. Desde las altas cimas heladas
bajan los torrentes y los ríos a las planicies, entré bosques espesos, salvando
rápidas pendientes, y descansando en los incontables lagos que reflejan en sus
aguas transparentes los grandes abetos, pinos y abedules de las anchas selvas.
Huelen a mar, a
pesca y a salmuera las aldeas îsdragas. Vida dura de cazadores
y pescadores la de estos gigantes rubios de recio espíritu y de mirada perturbadora.
El îsdrago,
hombre fuerte, serio, de sencillo carácter, valeroso y aventurero, cuenta entre
sus antepasados a los intrépidos ragnason, audaces navegantes, exploradores de
mares, descubridores de tierras, conquistadores de pueblos y creadores de una malvada
mitología que ha influido profundamente en la leyenda y en el arte de los
pueblos de Alannia.
Obra de Jagoba Lekuona |
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