Hacía un día de perros.
Uno de los días típicos para este tipo de salidas. A John Manowar le parecían
los mejores para cazar. Cielos grises, llovizna, aire, frío…
Como siempre Roxxane no
contestó.
John y Roxxane llevaban
mucho tiempo juntos. John aún recordaba la primera vez que la vio, la primera
vez que la tocó. Habían pasado por muchas cosas, habían cambiado, habían
mejorado.
El mal tiempo no
impedía que la pipa de J. Manowar tirase sin problema, tenía demasiada
experiencia preparando pipas, un día gris no impediría que disfrutase del
fantástico sabor del mejor tabaco de Las Colonias.
Estaban agazapados en
una zona de arbustos altos.
-¿Has escuchado
eso?…creo que ha sido el viento, pero acerquémonos a comprobarlo.
El perímetro parecía
estar despejado, pero era mejor asegurarse antes de adentrarse en la fábrica
abandonada, hoy no quería sobresaltos.
Se rascó la barba de
tres días y afinó su ojo derecho. El implante le había costado bastante, pero
merecía lapena. Mejor eso que un puto parche. Era bastante llamativo pero
también era enormemente útil. Con él podía ver mucho más lejos que con su ojo
“bueno” y era excelente para apuntar al disparar.
-Parece que solo ha sido
el viento. Bien, entremos.
Recordó la vez que no
había sido el viento. Aquel hijo de puta se había llevado su ojo derecho, le
había roto tres costillas y le desolló la parte derecha de la espalda del
hombro a la cadera.
El dinero arregló lo
del ojo. El tiempo lo de las costillas y la espalda. No volvería a pasarle
nunca más. Apretó con los dientes la boquilla de la pipa y tomó una larga
calada. La saboreó y se puso de camino a la fábrica.
Estaba a unos 130
metros. La parte de adelante estaba demasiado despejada, pero por el lateral
había bastantes cascotes y podría moverse con mejor cobertura.
Se parapetó tras un
grupo de toneles de metal oxidado a unos diez metros del hueco que había en la
pared lateral. Entraría por ahí. Afinó de nuevo su ojo derecho, el cual le
mostró lo que había en el interior incluso con la poca luz disponible. Joder,
era una puta maravilla. Casi daba gracias de que le hubiesen sacado el ojo. Le
había costado una fortuna pero valía cada moneda que había pagado por él.
Recordó la primera vez
que le habían soltado la puta broma de “te ha costado un ojo de la cara”. Los
parroquianos de la taberna de mala muerte a la que solía ir se partían de risa,
hasta el día que le rompió la nariz a uno de ellos y cuatro dedos a su
compañero. Había tenido un mal día y no estaba para bromas. Desde entonces no
había vuelto a oír el chiste. Era una pena, tenía mucha gracia. Sonrió mientras
asomaba la cabeza por el hueco de la pared. El humo de su pipa hacía un extraño
efecto al verse a través de la luz del exterior y la luz azulada de su ojo
mecánico.
-¿Qué te parece
Roxxane?- Cuchicheó.
Miró a derecha e
izquierda. Parecía unahabitación de la antigua fábrica que tenía un tamaño
pequeño. Puede que hubiese sido un vestuario o algo parecido a juzgar por las
taquillas tiradas por el suelo. La puerta que daba al interior de la fábrica no
existía, solo quedaban unos restos de la madera que la componían en el pasado
enganchados a los goznes.
Manowar y Roxxane
avanzaron con sigilo pero no había dado ni dos pasos cuando empezó a oír los
ruidos característicos. Ese golpear de metal contra metal. No pudo evitar que
se le erizase un poco el vello. Avanzó más despacio y con más cuidado hacia el
hueco de la puerta y asomó media cabeza.
Allí estaban. Eran cinco. Estaban rebuscando en un montón de chatarra y escombros. Estirpe de dragones, neozombis o “chatarra” como se les conocía vulgarmente. Cinco seres humanoides con partes de metal y partes de carne. Cadáveres recompuestos con trozos de metal a los que se les había insuflado vida, o tal vez al revés, trozos de metal a los que se les había añadido un poco de carne. Daba igual, eran la misma mierda. Residuos del poder de los dragones que quedaban en Korn.
Allí estaban. Eran cinco. Estaban rebuscando en un montón de chatarra y escombros. Estirpe de dragones, neozombis o “chatarra” como se les conocía vulgarmente. Cinco seres humanoides con partes de metal y partes de carne. Cadáveres recompuestos con trozos de metal a los que se les había insuflado vida, o tal vez al revés, trozos de metal a los que se les había añadido un poco de carne. Daba igual, eran la misma mierda. Residuos del poder de los dragones que quedaban en Korn.
Los dragones tienen el
poder de dar vida y esas creaciones a su vez también tienen el poder para crear
más vida y así sucesivamente, pero a medida que se alejan de la primera
generación, las criaturas creadas son más salvajes y estúpidas. Estos eran la
última generación. Seres idiotas que solo buscan piezas metálicas o de carne
para añadir a sus deformes cuerpos o para reparar partes deterioradas.
Era hora de retirar la
chatarra. Estaban bastante juntos así que John decidió que acabaría con los
cinco de un solo tiro y así ahorraría tiempo. Tal vez llegase a tiempo para la
cena…mientras pensaba qué habría de menú esa noche en la cantina. Sacó un
proyectil de tamaño inusualmente grande de su funda y lo cargó en su escopeta
modificada.
-Es hora de que
empieces a cantar Roxxane.-Dijo mientras amartillaba la enorme escopeta.
Apretó el gatillo y
Roxxane escupió el proyectil con un ruido atronador. Este impactó en medio del
montón de chatarra en el que estaban rebuscando las criaturas y explotó
esparciendo cascotes, hierros y trozos de las criaturas por todas partes. Cuando el humo y el polvo se dispersaron a los pocos segundos de haber pasado
la explosión, John pudo ver el escenario. Las cinco criaturas habían quedado
desparramadas por esa zona de la fábrica. No había demasiada luz más allá del
boquete que había dejado en el suelo, así que sacó un par de bengalas, las
encendió y las lanzó con fuerza hacia el interior de la fábrica.
Parecía que estaba en un
ala no demasiado grande de la fábrica, pero podía verse a través de la pared
medio derrumbada el ala central de la antigua factoría.
Se acercó para observar
un poco mejor la amplia zona con su implante y vio que algo se movía
rápidamente para esconderse entre los restos de las máquinas. Estaba a bastante
distancia, pero no era eso lo que le preocupaba.
-Parece que tenemos
algo más que escoria hoy Roxxane. ¿Crees que será un “primer hijo”?.-Dijo
mientras recargaba a Roxxane, esta vez con munición normal.
Los Primeros hijos son
la primera generación de la estirpe de dragones. Una criatura a la que el
propio dragón ha dado vida. No suelen verse cerca de la “chatarra” de última
generación y sinceramente, Manowar esperaba que no fuera el caso, esas criaturas
eran más poderosas y taimadas de lo que uno podía llegar a imaginar. Una de
esas criaturas se llevó su ojo y la piel de su espalda.
Se acercó poco a poco
hacia la zona en la que había visto el movimiento mientras lanzaba otras tres
bengalas para iluminar toda la estancia. Era bastante grande, llena de máquinas
oxidadas y cascotes…llena de escondites. Tenía techos altos a los que apenas
llegaba la luz de las bengalas.
Cuando llegó a unos
diez metros del supuesto lugar en el que había visto algo dijo en voz alta:
-¡Sal de ahí!
Como no obtuvo
respuesta pegó un tiro que impactó en una placa de metal. Inmediatamente una
criatura del tamaño y forma de un perro grande salió disparada alejándose del
lugar del impacto.
No era un perro…o ya no
al menos. Prácticamente ya no quedaban partes de carne y hueso de lo que antes
había sido un mastín. Partes de metal y engranajes, mandíbulas de hierro y
trozos de chapa afilada por todas partes componían a esa criatura. No, no era un
Primer hijo, pero tampoco era un última generación.
John efectuó otro
disparo que no alcanzó a su objetivo por poco. Se había quedado sin balas así
que inmediatamente se puso a recargar a Roxxane. Pero cuando estaba sacando los
cartuchos de su cinto la criatura saltó sobre un escombro, exponiéndose. Le
miraba fijamente con esos ojillos que emanaban una luz verdosa. No estaba cerca
pero John estaba seguro de que podría alcanzarle con un tiro en cuanto
terminase de…El ruido que hizo la bestia fue una mezcla entre chillido y
chirriar de metal contra metal.
-¡Joder! ¿Qué cojones…?
De entre las ruinas
detrás de la criatura otros dos seres de aspecto similar aparecieron saliendo
de sus escondites.
-Bien. Dos balas, tres
objetivos.
J. Manowar terminó de
cargar el arma y la levantó apuntando a uno de los perros metálicos. ¡Bang!
El tiro se perdió en
los altos techos de la fábrica y Roxxane se deslizó por el suelo hasta parar a
unos metros de John. Al parecer justo cuando iba a disparar una cuarta criatura
cayó sobre él del tejado hiriéndole el brazo y haciendo que su escopeta saliese
volando de sus manos.
Ahora había cuatro
criaturas, una a solo dos metros de él, estaba herido y sin Roxxane en las
manos.
No…no iba a llegar a tiempo
para la cena.
Entre John y la
criatura había caído la pipa al salir despedida de sus labios con el impacto
del ataque. Era su pipa favorita. Manowar se lanzó hacia ella y la criatura se
abalanzó en la misma dirección. Podía escuchar como las otras tres criaturas
también corrían hacia él para hacerle trizas. Justo antes de recoger la pipa
tirada en el suelo sacó su recortada con la otra mano. Hasta el momento había
estado oculta tras su capa corta. A unos centímetros de las fauces abiertas de
la criatura descargó un tiro que hizo que trocitos de cabeza del perro caído
del techo le saltasen a la cara, haciéndole pequeños cortes. Había recuperado
su pipa,que aún conservaba algo de brasa. Era un puto genio preparando pipas.
Pero las otras tres criaturas ya estaban encima de él.
El mastín dio un salto
con las fauces abiertas para alcanzar su cuello pero John interpuso la mano de
la recortada en la trayectoria. Los dientes de la criatura se cerraron en torno
a su antebrazo causándole un dolor agudo. Apretó los dientes y contuvo un grito
para no volver a perder la pipa que había colocado de nuevo en su boca, dejando
su mano izquierda libre. Justo antes de que le alcanzasen los otros dos canes
sacó algo de un bolsillo interior y lo lanzó contra el suelo. Inmediatamente
hubo una pequeña detonación y un área enorme se llenó de un denso humo.
Dentro de la enorme
nube de humo no se veía nada, solo se escuchaban sonidos de refriega.
Se escuchó un golpe. Dentelladas.
El ruido de un arma al caer al suelo. Un disparo sordo. El rasgarse de ropa. Un
gemido contenido. El ruido que hace el carrete de una caña al ser recogido
y….silencio.
Pasaron unos segundos
en los que no se escuchaba nada. Solo había silencio. El humo se iba
dispersando poco a poco. Las bengalas estaban prácticamente apagadas.
Tsssssssssssss
Un siseo comenzó en el
mismo instante en el que el humo terminaba de disiparse. Las tres criaturas
estaban oteando en busca de su presa que había desaparecido. El siseo venía de
arriba. Las criaturas miraron al techo justo antes de que se apagasen las
bengalas para ver qué era ese ruido.
Colgado de un gancho
que había traspasado la techumbre y se había quedado anclado estaba John
Manowar, con su capa corta hecha jirones, sujetando el cable amarrado a su
arnés para mantener el equilibrio con su brazo herido, sangrando, mientras en
su otra mano alejaba de su pipatres cartuchos de dinamita unidos y con una sola
mecha tras haber encendido ésta.
Cuando la luz se fue
John tenía una amplia sonrisa en su cara, apretando su pipa con los dientes.
Unos segundos más tarde
el fogonazo iluminó todo el ala de la vieja fábrica. El ruido seguramente se
escuchase a kilómetros de distancia. Cascotes, trozos de metal, trozos de suelo
y de las tres criaturas salieron disparados en todas direcciones.
Cuando al rato todo
había quedado en silencio y a oscuras, una bengala encendida cayó al suelo
desde donde el “cazachatarra” colgaba aún. El polvo levantado todavía no se
había disipado del todo pero podía verse el pequeño cráter que había quedado en
el suelo justo donde la dinamita había hecho explosión.
Unas horas más tarde
John Manowar entró por la puerta de la cantina “El Caldero Roto” con su humeante
pipa en la boca.
-¡Sonia! ponme algo de
cenar ¿quieres cariño?
-Lo siento guapo, pero
la cocina está cerrada desde hace una hora y el cocinitas se acaba de marchar.
Joder...¿De dónde vienes?, estás hecho una mierda.
-¡Oh venga ya! Vámonos
a que nos vea un matasanos Roxxane, aquí no hay comida y huele a meados de
vaca.
-Vete a la mierda.
-Tranquila nena,
volveré en un rato…espérame despierta.
-Ni lo sueñes.
Tras el sonido de la
puerta de la posada al cerrarse Sonia siguió recogiendo el comedor mientras el
cazachatarra más jodidamente duro de todo Korn iba a buscar alguien que le
remendase por unas monedas y, tal vez, conseguir algo de cenar.